Presento un espectacular aparte de la lectura hecha por el docente David Morales en la ciudad de Cali, en el foro de reflexión Arte y Cultura en la Escuela, en el I.P.C, el 14 de Octubre, convocado por el SEM, IPC, CREA Educativo.
ARTE Y CULTURA EN LA ESCUELA
Cuando recibí la invitación para participar en este foro de reflexión, la acepté pensando que podía compartir algunas ideas en las que he trabajado por cerca de treinta años, como labor de formación en mí mismo, por ende en el campo de la cultura y las artes plásticas con niños y adultos. La acepté sintiendo que podía aprender de las experiencias de los profesores que actualmente se debaten por avanzar en formas de la educación más abiertas en las que la narración, la poesía, la danza, el esfuerzo pictórico, teatral, musical, cumplan una función formativa para liberar de la presión de una cultura de medios, que nivela por lo más bajo y mediocre la vida cotidiana haciéndola inicua ante la arbitrariedad de los poderes existentes; empobrecedora hasta el fondo de la potencia creativa de las personas. Profesores que enfrentan un mercado educativo hecho con promesas demagógicas de impartir una educación con rótulos de vanguardia comercial, de punta, acorde a las exigencias globalizadas, que encubre pobreza conceptual y rigidez de miras, únicamente en la idea de eficacia informática.
Y frente a las llamadas competencias del trabajo del profesor en busca de una homogenización del pretendido saber, para cumplir con requisitos de programa o de pruebas de valoración de conocimientos como el Icfes, que pone a temblar no solo a estudiantes sino a las instituciones educativas, a las que mide su competencia en el mercado. En otras palabras contra una educación hacia afuera, castradora, que sigue concibiendo al estudiante como pasivo objeto de conocimiento, y que encuadra al profesor como mero reproductor de una ideología hecha para la acriticidad, para no permitir preguntas, para anticipar respuestas cómodas a preguntas que no han tenido tiempo de ser formuladas.
Para la repetición. Para llenar el aula con cierto aire de cientificidad, de estar “elaborando” altos contenidos técnicos, cuando de lo que finalmente se trata es de pensar qué podemos hacer para que la vida circule como aire refrescante en el aula de clase, que se produzca un movimiento hacia la aprobación de lo más creativo en la palabra y en la expresión artística que despierte y promueva seres más sanos, capaces de mejores sueños, de preguntas verdaderas. Recuerdo ahora un poema muy bello de Jacques Prévert que trata precisamente de una situación escolar.
Se llama Tarea Escolar y dice:“Dos y dos cuatro
Cuatro y cuatro ocho
Ocho y ocho dieciséis…
¡Repetid! Dice el maestro
Dos y dos cuatro
Cuatro y cuatro ocho
Ocho y ocho dieciséis.
Pero hete aquí que el pájaro lira
Pasa por el cielo
El niño lo ve/ el niño lo oye
El niño lo llama:
¡Sálvame/ juega conmigo/ pajarillo!
Entonces el pájaro desciende
Y juega con el niño
Dos y dos cuatro…
¡Repetid! Dice el maestro
Y el niño juega/ el pájaro juega con él…
Cuatro y cuatro ocho
Ocho y ocho dieciséis
¿y dieciséis y dieciséis, cuanto es?
Dieciséis y dieciséis no son nada
Y mucho menos/ de ninguna manera/ treinta y dos
Y sigue la ronda.
El niño ha escondido el pájaro/ en su pupitre
Y todos los niños/ escuchan su canto
Y todos los niños/ escuchan su música
Y ocho y ocho desfilan a su vez
Y cuatro y cuatro y dos y dos
Desfilan a su vez
Y uno y uno a la una a las dos
Uno y uno desfilan también.
Y el pájaro lira juega
Y el niño canta
Y el profesor grita:
¿Cuándo terminaréis de hacer el payaso!
Pero los demás niños
Escuchan la música
Y las paredes de la clase
Se desploman tranquilamente.
Y los vidrios vuelven a ser arena
La tinta vuelve a ser agua
Los pupitres vuelven a ser árboles
La tiza vuelve a ser acantilado
Y el portaplumas vuelve a ser pájaro.”
Es decir, ante el esquema repetitivo que el maestro reproduce, la imaginación del niño hace descender el vuelo y el canto del pájaro a la clase y finalmente todo vuelve a ser esencial, todo retorna a su elemento poético primitivo. Las palabras adquieren una musicalidad imprevisible, La cantinela se desbarata y… ¿Adonde queda el maestro?
Contaba William Ospina acerca de una conversación con García Márquez en Cuba, en la que Gabo hablaba de la necesidad de educar a los niños en la conciencia del medio ambiente, de respetar la naturaleza en sus ciclos, de enseñarles a sembrar, a cuidar, etc. Quizás estaba enmarcada esta conversación en un contexto más amplio pues se dio en tiempos del presidente Pastrana, cuando se formuló la necesidad de reunir a los sabios para producir unos programas educativos acordes a la exigencia de progreso del país, en la premisa de que es la educación aquello que hay que transformar en sus raíces en la aspiración de construir una sociedad más justa… William Ospina le respondía que era precisamente el mundo en el que vivíamos el que había generado tal destrucción de la naturaleza, que prácticamente era irrecuperable, que ese era el legado que las sociedades actuales estaban dejando a las nuevas generaciones, un legado de tierra arrasada. Pero lo que me parecía más interesante de la respuesta era lo siguiente: “Sí, hay que educar a los niños, pero ¿quiénes educan a sus maestros?”
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