¿Por qué nos cuesta asociarnos en comunidad para crear soluciones manteriales innovadoras? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo desarrollar un sistema de reciclaje decente en nuestro apartamento o casa? ¿Por que pago por servicios que son gratuitos y que requieren solo estudio y conocimiento? ¿Por qué dependemos tanto de la velocidad y los servicios de la ciudad? ¿Por qué no puedo sembrar en el espacio inutil que tengo en mi casa?
Éste artículo reciente del escritor y académico Italiano, repasa el papel de los paradigmas sociales y culturales en el desarrollo de la ciencia. Todos los científicos, antes de serlo, son seres humanos que han sido formados y moldeados a partir de la cultura, que a éstas alturas sabemos, no ha sido espontánea sino que ha sido conducida por diversos mitos de dominación como la propaganda política y la religión.
¿Por qué? Nos cuesta trabajo cambiar nuestra vida con herramientas simples que la ciencia y la tecnología proveen, pero no lo hacemos porque estamos insertos en la comodidad del paradigma educativo que nuestra sociedad impone. Fuimos formados no sólo como sedentarios sino como entidades estáticas que cada vez necesitamos menos movernos, respirar, ponernos en contacto con el planeta. Es claro que la ciencia, ha sido utilizada por las mismas manos que han forjado los paradigmas que nos controlan y desperdician las capacidades de la ciencia. Para poder utilizar la ciencia, la espiritualidad o la misma política como herramientas útiles y sostenibles con el planeta y la humanidad, es necesario superar los paradigmas culturales que han sido introducidos colectivamente y que condicionan nuestra forma de pensar y de actuar.
Si deseamos utilizar el método científico de manera sabia, debemos primero formar y crear un científico holístico en cada uno de nosotros, cuyo interés en el conocimiento sea el de crear colectivamente, soluciones alternativas y viables para vivir con los recursos que el planeta provee.
Éste artículo reciente del escritor y académico Italiano, repasa el papel de los paradigmas sociales y culturales en el desarrollo de la ciencia. Todos los científicos, antes de serlo, son seres humanos que han sido formados y moldeados a partir de la cultura, que a éstas alturas sabemos, no ha sido espontánea sino que ha sido conducida por diversos mitos de dominación como la propaganda política y la religión.
La falibilidad de la ciencia - Umberto Eco
El escritor Angelo Panebianco argumentaba que la ciencia es, por definición, antidogmática, ya que procede por el experimento y el error y está basada en el principio de la falibilidad, la cual sostiene que el conocimiento humano nunca es absoluto y se encuentra en flujo constante. La ciencia sólo se torna dogmática, asegura Panebianco, en el contexto de ciertas simplificaciones periodísticas que transforman lo que habían sido hipótesis prudentes en “verdades” establecidas.
La ciencia, empero, también corre el riesgo de hacerse dogmática cuando deja de cuestionar el paradigma aceptado de una cultura o edad particulares. Sea que sus ideas estén basadas en las de Darwin, Einstein o Copérnico, todos los científicos siguen un paradigma para eliminar teorías que surgen fuera de sus órbitas - como la creencia de que el sol gira en torno a la Tierra.
¿Cómo podemos conciliar la dependencia de la comunidad científica en los paradigmas con el hecho de que la innovación real ocurre sólo cuando alguien logra crear dudas sobre las ideas dominantes de la época? ¿Acaso la ciencia no se está comportando dogmáticament cuando se atrinchera tras los muros de un paradigma favorecido con el fin de defender su poder, y califica de herejes a quienes desafían su autoridad?La pregunta reviste importancia. ¿Deben ser siempre defendidos o cuestionados los paradigmas? Una cultura (entendida como un sistema de costumbres y creencias heredadas que son compartidas por un grupo específico) no es meramente una acumulación de datos; es también el resultado de la filtración de datos. Cualquier cultura dada es capaz de deshacerse de lo que no encuentra útil o necesario – la historia de la civilización está construida sobre información que ha sido enterrada y olvidada.
En su cuento corto de 1942, “Funes el memorioso”, Jorge Luis Borges nos habla de una persona que recuerda todo: cada hoja de cada árbol, cada ráfaga de viento, cada oración, cada palabra. Por esta misma razón, sin embargo, Funes es un idiota completo, un hombre inmovilizado por su incapacidad de seleccionar y descartar. Nosotros dependemos de nuestro subconsciente para olvidar. Si tenemos un problema, siempre podemos ir con un psicoanalista para recuperar cualesquiera recuerdos que habíamos descartado por error. Afortunadamente, el resto de ellos han sido eliminados. Un alma es la continuidad de esta memoria selectiva. Si todos tuviéramos un alma como la de Funes, careceríamos de ella.Una cultura opera en la misma forma. Sus paradigmas, que están hechos tanto de las cosas que hemos preservado como de nuestros tabús relativos a lo que hemos descartado, son el resultado de la compartición de estas enciclopedias personales. Es con el trasfondo de de esta enciclopedia colectiva como sostenemos nuestros debates. Para tener una discusión comprensible para todos debemos empezar desde los paradigmas existentes, aunque sea para demostrar que ya no son válidos. Sin su rechazo del paradigma ptoloméico entonces dominante, el argumento de Copérnico de que la Tierra gira en torno al sol hubiera sido incomprensible.
Hoy día el Internet es como Funes. Como una totalidad de contenido, no filtrada ni organizada, ofrece a cualquiera la capacidad de crear su propia enciclopedia o sistema de creencias. En tal contexto, una persona puede creer simultáneamente que el agua está compuesta por hidrógeno y oxígeno y que el sol gira en torno a la Tierra. Teóricamente, es concebible que algún día vivamos en un mundo en el que haya 7 mil millones de paradigmas diferentes, y en consecuencia la sociedad se vería reducida al diálogo fracturado de 7 mil millones de personas, todas hablando un lenguaje diferente.
Afortunadamente, esta idea es solamente hipotética, pero el argumento en sí es posible precisamente porque la comunidad científica depende de ideas comúnmente aceptadas, sabiendo que para desvirtuar un paradigma es necesario primero tener un paradigma al que desvirtuar. La defensa de estos paradigmas puede llevar al dogmatismo, pero el desarrollo de conocimiento nuevo está basado precisamente en esta contradicción. Para evitar conclusiones apresuradas, estoy de acuerdo con el científico citado en el artículo de Panebianco: “No lo sé. Es un fenómeno complejo; tendré que estudiarlo”.
* Novelista y semiólogo italiano
La ciencia, empero, también corre el riesgo de hacerse dogmática cuando deja de cuestionar el paradigma aceptado de una cultura o edad particulares. Sea que sus ideas estén basadas en las de Darwin, Einstein o Copérnico, todos los científicos siguen un paradigma para eliminar teorías que surgen fuera de sus órbitas - como la creencia de que el sol gira en torno a la Tierra.
¿Cómo podemos conciliar la dependencia de la comunidad científica en los paradigmas con el hecho de que la innovación real ocurre sólo cuando alguien logra crear dudas sobre las ideas dominantes de la época? ¿Acaso la ciencia no se está comportando dogmáticament cuando se atrinchera tras los muros de un paradigma favorecido con el fin de defender su poder, y califica de herejes a quienes desafían su autoridad?La pregunta reviste importancia. ¿Deben ser siempre defendidos o cuestionados los paradigmas? Una cultura (entendida como un sistema de costumbres y creencias heredadas que son compartidas por un grupo específico) no es meramente una acumulación de datos; es también el resultado de la filtración de datos. Cualquier cultura dada es capaz de deshacerse de lo que no encuentra útil o necesario – la historia de la civilización está construida sobre información que ha sido enterrada y olvidada.
En su cuento corto de 1942, “Funes el memorioso”, Jorge Luis Borges nos habla de una persona que recuerda todo: cada hoja de cada árbol, cada ráfaga de viento, cada oración, cada palabra. Por esta misma razón, sin embargo, Funes es un idiota completo, un hombre inmovilizado por su incapacidad de seleccionar y descartar. Nosotros dependemos de nuestro subconsciente para olvidar. Si tenemos un problema, siempre podemos ir con un psicoanalista para recuperar cualesquiera recuerdos que habíamos descartado por error. Afortunadamente, el resto de ellos han sido eliminados. Un alma es la continuidad de esta memoria selectiva. Si todos tuviéramos un alma como la de Funes, careceríamos de ella.Una cultura opera en la misma forma. Sus paradigmas, que están hechos tanto de las cosas que hemos preservado como de nuestros tabús relativos a lo que hemos descartado, son el resultado de la compartición de estas enciclopedias personales. Es con el trasfondo de de esta enciclopedia colectiva como sostenemos nuestros debates. Para tener una discusión comprensible para todos debemos empezar desde los paradigmas existentes, aunque sea para demostrar que ya no son válidos. Sin su rechazo del paradigma ptoloméico entonces dominante, el argumento de Copérnico de que la Tierra gira en torno al sol hubiera sido incomprensible.
Hoy día el Internet es como Funes. Como una totalidad de contenido, no filtrada ni organizada, ofrece a cualquiera la capacidad de crear su propia enciclopedia o sistema de creencias. En tal contexto, una persona puede creer simultáneamente que el agua está compuesta por hidrógeno y oxígeno y que el sol gira en torno a la Tierra. Teóricamente, es concebible que algún día vivamos en un mundo en el que haya 7 mil millones de paradigmas diferentes, y en consecuencia la sociedad se vería reducida al diálogo fracturado de 7 mil millones de personas, todas hablando un lenguaje diferente.
Afortunadamente, esta idea es solamente hipotética, pero el argumento en sí es posible precisamente porque la comunidad científica depende de ideas comúnmente aceptadas, sabiendo que para desvirtuar un paradigma es necesario primero tener un paradigma al que desvirtuar. La defensa de estos paradigmas puede llevar al dogmatismo, pero el desarrollo de conocimiento nuevo está basado precisamente en esta contradicción. Para evitar conclusiones apresuradas, estoy de acuerdo con el científico citado en el artículo de Panebianco: “No lo sé. Es un fenómeno complejo; tendré que estudiarlo”.
* Novelista y semiólogo italiano
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