....y LAS PREGUNTAS QUE DEBEMOS HACERNOS....
Intento imaginar la variedad de posiciones que encontraríamos si se preguntara abiertamente: ¿es el mundo un lugar sano? o de estar enfermo, ¿tiene alguna cura?. No dudo que la mayoría creería que el mundo está enfermo, pero lo que me deja gran incertidumbre es el vaticinio público que habría acerca de su futuro. De estar enfermos como humanidad, ¿tenemos que cargar con esa idea hasta que la tierra nos permita seguir viviendo? Acaso alguien puede creer en el caos como última razón de nuestros días? Esto puede ser cierto para algunos físicos contemporáneos a escala universal, pero en la escala de nuestra convivencia humana diaria, ¿importa trabajar por una cura, cuando la mayoría de los seres humanos aceptan la miseria y la indiferencia como una constante?
Lo cierto es que no existe siquiera la planificación para una cura porque todavía no tenemos consenso acerca de la sanidad del mundo. Una pregunta como la inicial no tiene lugar entre los humanos, porque no existe un espacio público general donde podamos pensar como uno. Hablamos de diversidad y de igualdad, de una aldea global, pero seguimos siendo distantes, indiferentes e imprudentes, unos con otros.
Al leer acerca de la transición de sociedades disciplinarias en sociedades de control, descritas por Gilles Deleuze, encuentro la forma perfecta para darle la razón a los físicos acerca del Caos: El cumplimiento de ciclos en la vida social, encierra al hombre en un número cerrado de opciones de vida; para ello sólo hay que ver que tanto el sistema correccional, como el educacional y familiar son de por sí elementos incuestionables en el funcionamiento de una sociedad. La transición de una sociedad a otra, ces una estrategia que surge necesariamente cuando entran al mundo nuevas fuerzas a influir en el intelecto y en la organización de la tierra y el trabajo. Emergen con las transiciones nuevas tecnologías, nuevas corrientes filosóficas y nuevos discursos de dominación.
Desde esta perspectiva, el hombre se ha convertido en un producto que muta con las necesidades de la sociedad. Si las sociedades hacen transición, es porque necesitan como empresa, que el hombre permanezca como un producto de ciclos. Del hombre sólo se espera su permanencia en familia, su educación básica y el desarrollo de sus habilidades en las necesidades de la gran empresa social.
Entonces, como pueden los habitantes del mundo tener consenso sobre la sanidad del mundo, si no manejan la empresa de la cuál son todos socios. ¿Alguien acaso la maneja?. Los años pasarán y diferentes naciones rotarán el liderazgo del mundo. Posteriormente, cuando la empresa modifique las condiciones, y la noción de nación sea un solo recuerdo, serán otros los mecanismos que mantendrán las diferencias sociales y conservarán el poder para la empresa social.
En cualquiera de los casos, no ha sido la especie en unidad sino una ínfima parte dominante de la especie, la que ha manejado los brazos de cada transición ideológica y material del mundo. Entonces, la sanidad del mundo humano reposa en la omisión del dominado y la acción de quien domina.
¿Puede recuperar la mayoría la posibilidad de determinar que tan sano es el mundo en el que habita?.
No se trata sólo de desmantelar la verdad de la historia que nos antecede. Para recuperar el poder de determinación y con él crear un espacio público para generar consenso, es importante conocer los hechos pasados desde una perspectiva lejana a la que tradicionalmente la falsa objetividad histórica sugiere. Con antelación a nuestra investigación de la sociedad, debemos admitir que todo lo que encontremos como archivo histórico, está contaminado contextualmente por quienes lo escribieron. Es necesario acercarse a la verdad sin intereses, leyendo el corazón y la esencia de quien escribe, por encima de su rigurosidad académica y metódica.
Es necesario el desprendimiento de lo que ha sido impuesto. Nos ha sido impuesta la idea de que existe una lógica histórica en las grandes transiciones de la sociedad. Esto es, que al decaimiento de un sistema, un pequeño grupo de “representantes” del mundo, quienes en su mayoría han ostentado el poder de decisión por otros, han implementado otro sistema en reemplazo.
Sin embargo, detrás de ésta lógica no podemos olvidar a quienes marginados del consenso y la publicidad en los registros históricos, lograron modificar en sensibles proporciones los moldes de las sociedades y han sostenido la admiración por todo lo que es bello y es pacífico en el mundo. En ellos es en quienes tenemos que inspirar nuestra investigación y basar nuestra inspiración, para superar los mitos tradicionales y los héroes de piedra.
Todo lo que es enfermo en el mundo, es producto de la enfermedad del prejuicio. Pero todo lo que es bueno y justo en el mundo, es producto de seres invisibles y actos no registrados en los libros, que han perpetuado la esperanza y la cura para los males del planeta.
Las preguntas y las respuestas, son el mejor arma posible para el redescubrimiento del mundo y su potencial. Preguntas que se alejen del bien y del mal, y se acerquen a los verdaderos síntomas del mundo. Pero sobre todo, preguntas acerca del lugar donde fuimos instruidos para confiar en los fármacos de la política y la religión.
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