Para algunos, parece imposible adaptarse a una sociedad que no tenga una base monetaria competitiva, pero para ayudarles a refrescar la memoria, es válido recordar que el dinero fue creado como un instrumento y a pesar de su mitología y aparente omnipresencia, sigue siendo un instrumento del cuál los hombres pueden disponer o prescindir.
Me he tomado el trabajo de transcribir la introducción y parte del capítulo primero de éste texto del libro "La historia del dinero" de Jozsef Robert, un materialista didáctico por excelencia cuya obra se dedicó a comprender la experiencia y la aparición de los primeros sistemas de intercambio en las sociedades humanas.
El aparte que traigo a ustedes empieza con la historia verdadera de una una expedición italiana liderada en 1947 en el Brasil central, y que reveló la existencia certera y fluida de un sistema de trueque en la tribu indígena de los xavantes. La introducción, como podrán apreciarlo, es un himno y un presagio de nuestro trabajo y nuestras interrogantes. La historia de los xavantes, una inspiración para nuestros futuros ejercicios de trueque y finalmente, la lectura de Heródoto, un ejercicio a aplicar en nuestra vida a corto plazo.
Bendiciones para todos. En una próxima parte de la historia del dinero, seguiremos la línea de ésta historia y buscaremos comprender cómo empezó el intercambio de mercancías.
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Introducción.
Dolar, libra esterlina, marco, peso, yen, corona, zloty, leu, franco, libra, etc. etc. Dinero, dinero y más dinero! ¿oro? ¿Plata? No... nada de ésto. Simplemente papeles, estropeados y sucios, ora frescos y crujientes, o discos deslustrados de aluminio y níquel.
En la heladería, a cambio de un pequeño disco niquelado, en el cual está escrito "50 centavos", es posible recibir un delicioso helado. También, por unos cuantos papeles multicolores en el comercio, le darán a usted una muñeca pizpireta de ojso azules y cabellos estropajosos, un balón de fútbol o una bicicleta. El panadero le dará pan, el carnicero, carne y el zapatero un par de zapatos cuando menos. Y encima le dirán a usted "muchas gracias". A cambio de un pedazo de papel, ellos están dispuestos a darle a usted cosas a cuál más bonitas y útiles, y no se dan por estafados en la transacción. Pero es más: Se sienten afligidos cuando la mercancía se les queda en los aparadores o cuando perciben por ella poco dinero. La razón de ésto reside, en que el zapatero no trabaja para darse el gusto de hacer crujir en sus bolsillos los billetes de banco obtenidos a cambio de los zapatos, o para hacer tintinear los disquillos de marras, sino para "vivir" con éste dinero.
¿Qué es el dinero, éstas cosas menudas y singulares de las cuales depende la suerte, el futuro y, con no poca frecuencia, la felicidad de los hombres? ¿Quién le dio al dinero tal poder? ¿De qué propiedad maravillosa está dotado, que en aras de ella millones de hombres entregan los mejores frutos de su penoso trabajo? ¿Por qué el dinero da poder a quienes lo acumulan en sus arcas? ¿será posible concebir el día en que el poder del dinero e inclusive el mismo dinero desaparezca? Es posible, naturalmente. Sólo hace falta derrocarlo de su trono, donde se siente omnipotente y reducirlo a la inutilidad.
Desde cuándo, cómo y por qué domina el dinero, y si es posible vivir sin él, son cuestiones que se intentar responder en éste libro.
Capítulo Primero. Orígen del dinero.
El Trueque Mudo.
En uno de los claros y soleados días de la primavera de 1947, una expedición muy bien equipada se puso en marcha con destino a las selvas del Brasil Central, donde se hallan las tierras de la tribu indígena de los xavantes. Acerca de ésta tribu excepcionalmente guerrera, era muy poco lo que sabía el mundo civilizado, inclusive a mediados del siglo XX.
Ésto se debía a que los jefes de la tribu de los xavantes se habían cuidado de conservar y difundir una antigua creencia que sostenía, que si su tierra era hollada por el pie de un blanco, toda la tribu sucumbiría irremediablemente. De ahí que los xavantes en el transcurso de varios siglos, auxiliados con armas primitivas, opusieron tenaz resistencia al empuje colonizador de los europeos, con lo cual obstaculizaron la tarea "civilizadora". Así tenemos, que no obstante los esfuerzos del mundo civilizado, a ésta tribu le cupo la suerte de conservar sus antiguas costumbres y su organización tribal, conservando casi en estado virgen las relaciones propias de la sociedad humana primitiva.
Precisamente ésta circunstancia despertó el interés del sabio italiano Metarosso, jefe de la expedición. El tenía la esperanza de que su expedición lograra hacer amistad con los xavantes, estudiar sus costumbres, forma de vida y de ésta manera enriquecer las investigaciones históricas sobre las sociedades primitivas con nuevos hechos científicos.
La expedición de Metarosso dio comienzo al cumplimiento de su tarea, pertrechada con un excelente equipo de investigadores y un plan excepcionalmente ingenioso. El enorme transatlántico de la expedición ancló a una considerable distancia del litoral, luego fue bajado un bote en el que tomaron asiento los miembros de la tripulación, no llevando consigo más que algunas baratijas de uso doméstico, que, según opinión de la tripulación, podían ser de utilidad para los moradores de la jungla del Brasil Central: utensilios de cocina, abigarradas telas de algodón, collares multicolores, etc. El bote se dirigió hacia un mar inhabitado de la costa. Cuando ya se aproximaban, los ocupantes de la pequeña embarcación comenzaron a hablar animada y ruidosamente, se enseñaban mutuamente los abalorios y bromeaban, haciendo todo lo posible por destacar sus fines pacíficos. Poco más tarde, dejaban sobre los peñascos de la costa, en lugar despejado, las cosas traídas y sin dificultad alguna regresaban al barco.
A los dos días, atisbando la costa a través del catalejo, los marinos advirtieron, que los objetos allí dejados habían desaparecido. Al tercer día, en lugar de ellos, sobre la roca desnuda aparecieron otros objetos. El bote inmediatamente se puso en marcha hacia la costa. Resultó, que las baratijas dejadas allí tres días atrás habían sido tomadas por los indios y en su lugar habían depositado objetos de uso corriente entre ellos: frutos silvestres, armas, etc., en cantidad que, al parecer habían juzgado equivalente a las mercancías dejasdas por la expedición.
Al otro día la pequeña embarcación llevaba hacia la costa nuevos artículos, en lugar de los cuales , a la mañana siguiente, encontraron otros objetos dejados por los indios. Entre la expedición y la tribu - a mediados del siglo XX -, se había establecido el así llamado trueque mudo, una de las formas más antiguas de las relaciones pacíficas de cambio entre diferentes hordas y grupos humanos en la sociedad primitiva. En éste caso, sin embargo, solamente de un lado se encontraban hombres que aún vivían en un régimen comunal primitivo, los indios de la tribu de los xavantes. Sus socios, por el contrario, eran representantes de la sociedad contemporánea de producción mercantil. El feliz desenvolvimiento del "trueque mudo", fue el comienzo de la aproximación entre los miembros de la expedición y los xavantes, y más tarde la clave del éxito total de la expedición.
Metarosso tomó la idea para la organización de ésta expedición, de las siguientes líneas, escritas por Heródoto, llamado "padre de la historia", hacia 484 antes de nuestra era:
"Los cartagineses aseguran, que acaso en Libia o en alguna parte tras las columnas de Hércules, existe un lugar en donde viven hombres con éstas costumbres: si les traen mercancías, es preciso colocar en orden estas mercancías en la ribera, regresar a la nave y desde allí lanzar señales de humo. Los aborígenes al advertir el humo se llegan a la orilla del mar, colocan al lado de las mercancías el oro destinado por ellos para su pago y se van. Al punto, los cartagineses vuelven a la costa, tasan el oro dejado por los aborígenes, si lo consideran suficiente para el pago de sus mercancías, lo llevan a la nave y se hacen a la mar. Si el oro es poco, regresan a la nave y siguen esperando. Entonces los aborígenes se llegan nuevamente a la ribera y añaden a la cantidad inicial de oro, otra suplementaria, y así hasta que los mercaderes cartagineses queden satisfechos. Ninguna de las partes se permite injusticia alguna en relación con la otra. Los cartagineses no toman el oro, hasta que no juzgan su cantidad aceptable en relación con sus mercancías, y los aborígenes no tocan las mercancías, hasta que los cartagineses no se llevan el oro"
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