Por Iván Ricardo Garavito
Vivimos como hombres porque no nos han permitido ser seres humanos.
En la fenomenología del espíritu plantea Hegel que el reconocimiento es fundamental para la existencia del ser humano. Solo somos en cuanto somos reconocidos.
Los hombres recorren un camino no publicado ni enseñado hacia la humanidad, este camino va de un nivel anterior a la conciencia, al descubrimiento de su propio ser: de la conciencia de si mismo; pero el descubrimiento de la conciencia es la instalación del individualismo, paso que debe ser superado por el acceso a la autoconciencia. (La capacidad de salir de si mismo y verse como otro, de ver que somos otros para los otros) este es el descubrimiento de la autoconciencia.
Lastimosamente este camino esta torpedeado y limitado por los medios de comunicación, por el “consciente colectivo” que no es conciente de la colectividad, es decir por la mayoría de hombres que siendo concientes, no son concientes mas allá de si mismos, por políticas, por intereses y en conjunto, por quienes pretenden manipular a los demás, pues es fácil manipular a quienes no se gobiernan a si mismos.
Así mismo aquel que se establece en la conciencia se dedica a sostenerse y reafirmarse porque la realidad para él, es la que él ve, su mundo es su yo, le teme al fracaso, a la vergüenza, pero su individualismo lo lleva a estar en constante choque con el entorno para garantizar su autoreconocimiento.
Si bien el punto máximo de acción con la conciencia es la autonomía, la autonomía no es libertad ni garantiza un autodominio. En ocasiones solo vemos la lucha de egos tratando de dominar, sobresalir, vengarse, manipular, tener, ser admirados o reconocidos y no nos damos cuenta que son solo seres que no son capaces de ver mas allá de si mismos.
El paso a la autoconciencia es el paso a la autocracia, la capacidad de gobernarse a si mismo. Los valores no son antecedentes del desarrollo de los seres humanos sino consecuencia de este desarrollo.
La preconciencia y la conciencia necesitan de la moral como guía, pero de aquellos acuerdos universales que nos garantizan una mejor convivencia, no la imposición de normatividades redactadas por los que tienen el poder y quieren seguir teniéndolo. Pero la moral se debe dejar cuando se desarrolle dentro de si la ética, como cuando dejamos de lado a nuestros maestros, cuando somos capaces de ser maestros de nosotros mismos.
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