Con técnicas hidráulicas pragmáticas y siempre conservando el equilibrio ecológico, la pre - colombina Cultura Zenú habilitó y explotó durante más de dos mil años las cuencas de los ríos San Jorge y Sinú; parte de los Cauca y Magdalena y, de los délticos terrenos de la hoy conocida como ‘Depresión Momposina’, en cuyas seiscientas mil hectáreas de extensión desarrollaron una intensa actividad agrícola, de cuya existencia se conservan vestigios hallados por los investigadores arqueológicos.
Esa cultura, que pobló entre los siglos IX a.C. y X d.C. extensas áreas hoy integradas a los departamentos de Córdoba, Sucre, Antioquia, Magdalena y Bolívar y que para efectos políticos se dividió en tres ramas, zenufana, panzenú y fincenú, tuvo un desarrollo cultural y económico que no solo descolló por sus sólidos conocimientos de minería, orfebrería, alfarería y agricultura, sino también por el pleno dominio de la ingeniería hidráulica.
Ello les permitió la construcción en parte del territorio por ellos habitados, de una intrincada y dinámica red de canales, desaguaderos, camellones y otras obras de contención y regulación de los flujos acuosos de dichos ríos y de ese formidable delta interior, con los cuales no solamente se sobrepusieron de manera continua a las inundaciones, sino que pudieron mantener un rígido control para el manejo de las fuentes de agua en las temporadas secas.
CALIDAD TOTAL
Según los resultados de investigaciones arqueológicas realizadas por un grupo de expertos integrados por Clemencia Plazas, Ana María Falchetti, Juanita Sáenz Samper y Sonia Archila, gracias al patrocinio de entidades como el Museo del Oro y la firma Cerromatoso S.A., se han logrado desentrañar las técnicas de la ‘Sociedad Hidráulica Zenú’, como se titula la obra que compendia su trabajo, publicada por la colección bibliográfica del Banco de la República.
También, analizar la fructífera labor de éstos antepasados pre colombinos, que sin tantas ínfulas ni elementos técnicos lograron sobreponerse a un medio ambiente hostil, si se tienen en cuenta las limitaciones de la época en que les tocó vivir, a la que supieron sacarle provecho, utilizando el medio natural sin alterarlo perjudicialmente; contrario a lo sucedido con la injustamente denominada ‘civilización’ que arribó con la conquista española, que en menos de quinientos años echó por la borda un descomunal, pero a la vez sencillo esfuerzo de convivencia sostenible con el medio ambiente, del cual los zenúes fueron auténticos maestros.
SOCIEDAD HIDRÁULICA
Estos laboriosos indígenas realizaron la mayor obra hidráulica de que se tenga conocimiento en la América pre colombina, con resultados prácticos que hoy nos llenan de asombro. Fueron superiores a sus contemporáneos de los territorios que hoy conforman México, Perú, Ecuador, Bolivia, Surinam y Venezuela, e iniciaron su actividad, según relatan los arqueólogos Roy Schelmon y James Parsons, con novedosas y posteriormente perfeccionadas técnicas de manejo de aguas en la zona del Bajo San Jorge, que después extendieron a los cauces de los ríos Sinú, Cauca y Magdalena, así como a ese inmenso delta interior que integra a la hoy conocida como ‘Depresión Momposina’.
Entendieron los zenúes, el proceso de hundimiento paulatino de las anegadizas tierras de la ‘Depresión Momposina’, que según cálculos científicos de geólogos se sitúa a un ritmo de 0,9 y 2,5 mm por año, precaviendo inundaciones, de las que solo fueron víctimas en cinco oportunidades en los dos mil años en que tuvieron bajo su control la zona, al construir sus casas sobre plataformas artificiales alargadas de tres a cuatro metros de altura, según se desprende de los análisis arqueológicos de estratos arcillosos, en los que han quedado vestigios sobre el comportamiento de los niveles de las aguas en tales períodos.
CIENCIA IGNORADA
A pesar de la admiración que el descubrimiento de tal cultura y método ha despertado en los círculos científicos y gubernativos del mundo, como el caso del gobierno holandés, que ha planteado alternativas de recuperación de la ciencia hidráulica de los zenúes, como una forma de rescatar un espacio de los más aptos para la agro-pisci-industria en el mundo, aún no se ha definido una política clara por parte de los administraciones públi
que después de la inundación alguien les auxilie para no ser más pobres que antes, en contraposición con lo que sucedía con sus antepasados zenúes, que sacaban provecho de las crecientes y de los sedimentos limosos por ellas dejados.
La magnifica y constante regulación de aguas y limos de los pragmáticos zenúes, sorprende más de un milenio después de que declinara su admirable imperio a quienes hemos tenido oportunidad de asomarnos a su obvia ciencia, cuando éstos vitales sedimentos eran extraídos de manera periódica del fondo de caños, ciénagas y cauces, para ser ubicados sobre los camellones que sobresalían en la perfecta red de surcos, que a su vez les servían de canales de drenaje y de reducción de la velocidad de los cursos de agua, lo que les daba oportunidad para desarrollar una permanente actividad agrícola en temporadas secas y húmedas.
Fueron los zenúes verdaderos maestros en el mantenimiento ecológico, y conservaron durante los dos milenios en que desarrollaron su labor en estas tierras un verdadero equilibrio que nos hace añorar su civilización.
Custodios sin par de la preservación y utilización de las fuentes de agua, las que conservaron sin alteración perjudicial alguna, a pesar de haber desarrollado una de las mayores empresas de exploración aurífera del mundo pre colombino, realizada por los métodos de filón y veta aluvial en los confines de su mítica Montaña de Guamocó, de cuya dinámica solo nos basta recordar las historias y testimonios de los españoles a su llegada a esas tierras, lapidariamente condensadas en la frase ‘pobre del Perú, si se descubre antes el Zenú’.
Hoy mil años después del desplazamiento de los zenúes de las zonas que ocuparon, lo que se inició con la llegada de los chimilas y malibúes, más o menos según los estudios arqueológicos a partir del Siglo X de nuestra era; la zona que hábil y respetuosamente labraron y transformaron para la ejecución de sus empresas agropecuarias durante algo más de dos milenios, continúa a la espera del retorno de esos viejos tiempos mejores.
Temporada invernal tras verano, continúan escuchándose los clamores de gentes que en su civilizada ignorancia han destruido y continúan destruyendo un medio natural que se perfila como una de las mayores despensas del mundo para la producción constante de alimentos.
No hay tampoco a la vista, políticas que permitan avizorar un mejor e inmediato futuro para la región por nuestra incurable miopía, que ha desperdiciado proyectos de cooperación gratuitos como el ofrecido a partir de 1977 por el gobierno holandés, cuya culminación se vio truncada por la voraz rapiña politiquera de algunos sectores gubernativos costeños y la inexplicable actitud ‘nacionalista’, primero de los grupos subversivos de la Región de La Mojana, y, después, por quienes llegaron a ‘erradicarlos’, que espantaron en un mal momento las posibilidades de redención de una de las mejores y más ricas zonas del planeta.
Tomado de Periódico el Sol de Cartagena.
Recomendación de Ana María G. (Aka Anamagabe)
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