mardi 14 septembre 2010

El modesto e insociable señor Maxwell

Si la reina Victoria hubiera convocado una reunión urgente de sus asesores y les hubiera ordenado que inventaran el equivalente de la radio y la televisión, es poco probable que alguno de ellos hubiera imaginado que el camino pasaba por los experimentos de Ampère, Biot, Oersted y Faraday, cuatro ecuaciones de cálculo vectorial y la idea de conservar la corriente de desplazamiento en el vacío. 


Creo que no hubieran llegado a ninguna parte. Mientras tanto, por su cuenta, guiado sólo por la curiosidad, sin prácticamente ningún coste para el gobierno, inconsciente de que estaba preparando el terreno para el Proyecto Westminster, «Dafty» iba llenando páginas. Es dudoso que se hubiera pensado en el modesto e insociable señor Maxwell para efectuar un estudio de este tipo. De ser así, probablemente el gobierno le habría dicho en qué tenía que pensar y en qué no, impidiendo más que induciendo su gran descubrimiento.


Más tarde, Maxwell fue recibido por la reina Victoria. La audiencia le causó muchos trastornos con anterioridad —sobre todo la desconfianza en su capacidad de comunicar ciencia a alguien no experto— pero la reina se distrajo en seguida y la entrevista fue corta. Como los otros cuatro grandes científicos británicos de la historia reciente, Michael Faraday, Charles Darwin, P. A. M. Dirac y Francis Crick, Maxwell nunca recibió el título de caballero (aunque sí lo recibieron Lyell, Kelvin, J. J. Thomson, Rutherford, Eddington y Hoyle, en el escalafón siguiente). En el caso de Maxwell, ni siquiera existía la excusa de que pudiera tener opiniones poco acordes con la Iglesia de Inglaterra: era un cristiano absolutamente convencional para su época, más devoto que la mayoría. Quizá fuera su aire de bicho raro.


Los medios de comunicación —los instrumentos de educación y entretenimiento que hizo posibles James Clerk Maxwell— no han ofrecido nunca, que yo sepa, ni siquiera una miniserie sobre la vida y pensamiento de su benefactor y fundador. En contraste, pensemos en lo difícil que es crecer en Estados Unidos sin que la televisión le hable a uno, por ejemplo, de la vida y época de Davy Crockett, Billy the Kid o Al Capone.


Maxwell se casó joven, pero por lo visto su matrimonio careció tanto de pasión como de hijos. Reservaba toda su emoción para la ciencia. Este fundador de la edad moderna murió en 1879 a los cuarenta y siete años. Aunque la cultura popular casi le haya olvidado, los astrónomos de radar que hacen mapas de otros mundos le recuerdan: la mayor cadena montañosa de Venus, descubierta enviando ondas de radio desde la Tierra que rebotaban en Venus y detectaban sus ecos apagados, lleva su nombre.


El Mundo y su Demonios, p. 425-426

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