Las historiadoras Joyce Appleby, Lynn Hunt y Margaret Jacob (en La verdad sobre la historia, 1994) critican a Isaac Newton: se dice que rechazaba la posición filosófica de Descartes porque podía desafiar la religión convencional y llevar al caos social y al ateísmo. Estas críticas sólo equivalen a la acusación de que los científicos son humanos. Desde luego, es interesante para el historiador de las ideas ver cómo se vio afectado Newton por las corrientes intelectuales de su época, pero tiene poco que ver con la verdad de sus proposiciones. Para que éstas sean aceptadas en general deben convencer por igual a ateos y creyentes. Eso es exactamente lo que ocurrió.
Appelby y sus colegas declaran que «cuando Darwin formuló su teoría de la evolución era ateo y materialista» y sugieren que la evolución fue producto de un programa supuestamente ateo. Han confundido lamentablemente causa y efecto. Darwin estaba a punto de convertirse en ministro de la Iglesia de Inglaterra cuando se le presentó la oportunidad de enrolarse en el HMS Beagle. Sus ideas religiosas en aquel momento, como las describió él mismo, eran de lo más convencional. Consideraba totalmente creíbles todos y cada uno de los artículos de fe anglicanos. A través de su interrogación de la naturaleza, a través de la ciencia, fue constatando lentamente que al menos parte de su religión era falsa. Por eso cambió de punto de vista religioso.
Appleby y sus colegas se horrorizan ante la descripción de Darwin de «la baja moralidad de los salvajes... sus insuficientes poderes de razonamiento... [su] débil poder de autodominio». Y afirman que: «Hoy en día mucha gente se siente escandalizada por su racismo.» Pero no me parece que hubiera ningún rastro de racismo en el comentario de Darwin. Aludía a los habitantes de Tierra del Fuego, que sufrían una escasez agobiante en la provincia más estéril y antártica de la Argentina. Cuando describió a una mujer sudamericana de origen africano que prefirió la muerte a someterse a la esclavitud, anotó que sólo el prejuicio nos impedía ver su desafío a la misma luz heroica que concederíamos a un acto similar de la orgullosa matrona de una familia noble romana. Él mismo casi fue expulsado del Beagle por el capitán FitzRoy por su oposición militante al racismo del capitán. Darwin estaba por encima de la mayoría de sus contemporáneos en este aspecto.
Pero, en fin, aunque no fuera así, ¿en qué afecta eso a la verdad o falsedad de la selección natural?
Extracto de "El Mundo y sus Demonios", 1997, p. 285, 286.
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